¡E incluso a veces tres, hasta más!
Esto es lo que ocurre: Mi pensamiento surge en mi cerebro, pero mi cabeza alberga al juez más severo sobre mí mismo que existe. ¡Nunca me siento bastante “a la altura”, nunca bastante eficaz, muy a menudo inadecuada, y más bien temerosa, desajustada, fuera de sintonía o incluso completamente fuera de lugar! La imagen que tengo de mí es de una negrura tenaz y soy para mí misma mi peor saboteador. La crítica de mí misma me persigue de la mañana a la noche y no he puesto los pies en el suelo que ya llueven los reproches o las dudas… el monólogo interior se pone en marcha muy a pesar mío. ¡Cuán fatigoso es..!
Siento las fuerzas de mi cuerpo socavadas por esta tensión interior: me estiro para aguantar, y las exigencias que me doy pesan en mis hombros. Tengo la sensación de una pesadez de plomo y varios dolores me recuerdan mis límites o aún el maltrato que me inflijo; ¡la palabra es fuerte pero es la que me viene cuando me observo en ciertos funcionamientos!
Después de la voz mental y luego la de mi cuerpo, ¡hay una tercera voz en mí! En efecto, soy una persona sensible y mi sensibilidad resuena de múltiples maneras: la mirada negra que sobre mí posa mi mental viene a despertar una tristeza de fondo, como un bajón subyacente, un poco de asco (aversión) de mí misma, desánimo también… Los acontecimientos mundiales actuales me afectan y alimentan una vieja desesperanza: ¿cómo vivir o sobrevivir con tanta crueldad o malevolencia?
Pero también soy sensible al sol, a la belleza del paisaje de otoño que me rodea, a las nubes que galopan en el cielo, a las manzanas ácidas que colorean el manzano delante de mi ventana: esas vibraciones positivas me dan ganas de moverme, respiro más ampliamente. Entonces cojo mi cesta y voy a recoger las nueces caídas por el viento de la tormenta de ayer, una hoja muerta revolotea y viene a posarse justo en mi pelo, unos pájaros pían a mi alrededor. Ya está, estoy como “ensanchada”: la Vida fluye a mi alrededor, sin mí, y sin embargo me siento bienvenida en ella, en mi lugar. Puedo hacer justo mi parte: en el jardín recoger simplemente los frutos, alimentar a nuestras tres gallinas, contemplar el cielo, dejarme calentar por los rayos del sol.
Y cuando vuelvo a mi mesa de trabajo, hacer claridad (luz) sobre lo que siento, analizar mis sensaciones, escoger a qué voz en mí le doy la palabra, comprender los mensajes de cada una. Al final cuando estoy conectada con mi ser profundo, cuando he encontrado el impulso de Vida que cruza en mí, entonces me pongo a la tarea de forma ajustada, determinada pero sin tensión. Siento que hago mi parte para sanear mis relaciones; en primer lugar la relación conmigo misma: no soy tan negativa si miro objetivamente mis hechos y gestos cotidianos. Y cuando estoy en paz conmigo misma, puedo contribuir a difundir a mi alrededor un ambiente vitalizante y favorecer relaciones ajustadas. Este lugar en mí del que puedo oir todas mis voces interiores y escoger lo más ajustadamente posible lo que es bueno para mí en el momento dado, es el lugar de mi conciencia profunda. A menudo está enmascarado por el barullo mental o sensible, pero cuando mi inteligencia se ajusta a la realidad y mi sensibilidad se calma, cuando vuelvo a gustar la vida que me anima, ¡entonces la voz de mi conciencia profunda se hace clara y sencilla de seguir! En ese momento ya no tengo la sensación de ser múltiple sino que me siento unificada, toda entera centrada en lo que hago. Y la energía me viene como un regalo extra: Ya no tengo los pies de plomo.
Si tienes, como yo, ganas de encontrar el impulso de Vida, y el gusto por comprender mejor tus voces interiores, te proponemos el curso ¿Quién soy yo hoy? y los cursos que permiten el aprendizaje del análisis de sensaciones: Cuerpo y apertura a mi mundo interior y A la escucha de mi mundo interior. Provisto(a) de este equipamiento, puedes luego Aprender a tomar decisiones constructivas, es decir localizar y facilitar la escucha de tu conciencia profunda. El curso Mi cuerpo y crecimiento como persona me ha permitido escuchar los mensajes de mi cuerpo como un buen amigo de mi crecimiento: me ayuda a contactar con el dinamismo de vida que la anima, y me enseña sobre mi estado interior a través de sus diversos mensajes. Y luego Vivir armoniosamente permite sentir y balizar el camino para vivirse unificado(a).
¡Buen camino!
Anne Flatin, formadora PRH Francia