lunes, 21 de octubre de 2013

Publicamos un artículo que nos envía Mª Felicidad Álvarez (Formadora PRH) sobre:


CUERPO Y CONCIENCIA 



El cuerpo humano es una maravilla que vale la pena contemplar, aunque estemos tan familiarizados con él que no caigamos en la cuenta de su complejidad por el número y variedad de células, órganos, tejidos interactuando al unísono de manera natural. Con frecuencia, sólo cuando algo falla o tiene problema recordamos con nostalgia lo bien que hemos estado, cómo nos ha servido y acompañado. Podemos detenernos a dejarnos sentir nuestro cuerpo en sus sentidos, en el latir de su corazón, en el ritmo de nuestra respiración; sentir su armonía, su belleza, incluso aunque no responda a los cánones de la moda imperarte. El cuerpo humano es bello en sí mismo…
 

El cuerpo es nuestro aliado para vivir y llevar a cabo las potencialidades y riqueza interior, que nos identifican. Sólo necesitamos detenernos un poco, pensar en cómo hemos llegado a la vida cada uno: por el cuerpo de una mujer, en el que anidamos unos meses, y que un día nos estrechó en sus brazos, nos alimentó, nos enseñó a andar; el niño juega con su cuerpo, estudia con su cuerpo; el cirujano opera con su cuerpo; el barrendero mantiene limpias nuestras calles con su cuerpo. Por medio de él nuestro ser se expresa y comunica. Expresa su alegría, su amor, su entrega, sus capacidades artísticas, pedagógicas, culinarias… Lo necesitamos para relacionarnos: para ver a las personas, sonreírles, estrecharles la mano, abrazarles, caminar a su lado, enjugar sus lágrimas, hablarles, desvelarles nuestra intimidad, nuestros proyectos, escucharles en lo que nos comparten…Lo necesitamos para contemplar las maravillas de la naturaleza, de nuestro mundo: ese paisaje apacible, la cascada fascinante, el mar que se pierde en el horizonte, tantas obras de arte que han atraído nuestra atención; con él escuchamos la música que nos embelesa..


La calidad de nuestra vida depende, en parte, de la forma como le tratamos, como le vemos, como respondemos a sus necesidades, como prevenimos y cuidamos su salud. El cuerpo nos da mucho. Aquí entra nuestra responsabilidad y compromiso, lo que cada uno podemos hacer por nuestro cuerpo, porque no es indiferente cómo vemos nuestro cuerpo, cómo nos comportamos con él, cómo respondemos a sus necesidades, cómo prevenimos y cuidamos su salud. No se trata, por supuesto, de endiosarlo y de vivir para él. Aquí es donde nuestra conciencia profunda viene en nuestra ayuda, esa voz interior que llevamos dentro y que nos indica lo que es coherente con quienes somos y lo que no lo es. Es inteligente aprender a escuchar esta instancia de nuestra persona en todo lo relacionado con nuestro cuerpo. Hacerlo nos llevará a respetarlo y cuidarlo como se merece.


Además, el cuerpo, nuestro cuerpo, nos “habla”. Escucharlo y tener en cuenta sus mensajes es sabio, porque nos dice la verdad de lo que vivimos, de lo que nos afecta, de lo que nos impacta; nos dice cómo estamos funcionando, lo que nos hiere y hace daño a todos los niveles de nuestra persona. Aprendiendo a descifrar sus mensajes podemos profundizar en el conocimiento de nuestras vivencias, de nuestros funcionamientos, de quiénes somos en nuestro ser.
 

Podemos ser amigos de nuestro cuerpo. El cuerpo es agradecido, muy agradecido: si le damos el descanso, el ejercicio, la alimentación que él necesita, su energía se renueva y podemos contar con ella para vivir nuestra misión…Como se nos dice en el libro “La persona y su crecimiento”: “Cuidar el cuerpo y gestionar sus fuerzas sobrepasa el mero bienestar corporal o la salud del cuerpo, aunque participe de ello y tenga toda su importancia. La gestión del cuerpo está estrechamente ligada a la finalidad existencial de la persona” (pág.103)

 

Mª Felicidad Álvarez

Formadora PRH

martes, 8 de octubre de 2013


“El ser humano se realiza en el encuentro con el otro”
 

Albert Jacquard, célebre genetista conocido también, por su compromiso social, compartía en la revista de PRH de diciembre 2001, algunas convicciones sobre el intercambio en la relación. Estos conceptos siguen estando hoy de actualidad.

Dar, recibir. ¿Qué es lo que se juega en ese doble movimiento, a la vez natural y complejo?

Albert Jacquard. Dar, recibir, es el mismo gesto cuya finalidad no es el intercambio de un objeto, sino que tenga lugar un encuentro. Es la definición misma del ser humano, alguien que se realiza en el encuentro con el otro. En términos de comunicación, también se necesita una puesta en común. Haciendo intercambios, tejo lazos. Este movimiento existe desde siempre. Las tribus primitivas intercambiaban a sus hijas cuando no había nada más. De ahí el tabú del incesto según Levy Strauss, ya que era necesario que el presente fuera precioso.
Llamo humanidad a los regalos que los hombres se hacen los unos a los otros desde que tienen consciencia de ser y pueden enriquecerse mutuamente sin límites.

El intercambio material, ¿sólo sería un pretexto?

A. J.: Sí, el pretexto para que todo lo no-material pueda ser compartido: miradas, sonrisas, ideas emociones, proyectos,... De hecho hay un intercambio de atención. “Miradme”, repite sin cesar el niño pequeño. Y el adora dar: ¡os regala vuestro retrato dibujado! Es el juego natural, necesario, el encuentro. Para que yo diga “yo”, hace falta que se dirijan a mi. Si nadie me mira, es la exclusión, el desastre. Se cuenta que entre los Galos, cuando alguien había cometido un error muy grande, no se le condenaba a muerte, sino a “ser ignorado”.

Sin embargo, ¿nuestra sociedad se ha vuelto bastante materialista?

A.J.: Esta sociedad, que se dice capitalista, ha pervertido el intercambio, ya que ha cogido como modelo la competición, dicho de otra manera el no-encuentro. No queda más que el objeto de intercambio... o los golpes. Toda lucha contra el otro es una calamidad. Cuando una perversión tal se introduce en el intercambio, desembocamos en los conflictos.

Denuncia sin descanso la competición...

A.J.: Hay que decirles a nuestros niños “espero que no seas jamás el primero”. Estar en competición, es querer pasar antes que el otro, eliminarlo, y desde ahí destruirse a sí mismo. Hay que eliminar la competición por doquier, incluido el deporte. Se puede practicar un deporte aplicando las reglas, en el respeto del otro, intentando batir su propio récord, mejorando uno mismo, pero llegar el primero no tiene sentido. En una etnia africana, cuando dos equipos juegan al fútbol, en cuanto un jugador mete un gol, lo intercambian por un jugador del equipo contrario. Al cabo de un momento, los equipos están igualados y se divierten. Existe también un equipo de rugby en Dakar que se llama: “A la porra la puntuación“. En los últimos juegos olímpicos, ¡una medallista de plata lloró! Al contrario, encontrar alguien mejor que yo, ¡qué felicidad, lo abrazo!.

¿Esto demuestra que recibir no es tan fácil?

A.J.: En mi familia burguesa, era duro recibir, porque uno se imaginaba que contraía una deuda. Una deuda, vincula, complica, hay que dar. Había todo un pensamiento subyacente muy desagradable, desconfiado: “¿qué es lo que buscaban cuando nos invitaban?”... Al ver las cosas así, uno se enferma. Saber recibir exige lucidez. Partir de la idea que el otro es mi fuente, me hace descubrir quién soy. Es mirando al otro cuando uno se reconoce como diferente. Sin embargo cada uno necesita ser único, excepcional. Si el otro es mi fuente, cada vez que yo lo hago mi adversario, me separo de mi mismo.