martes, 8 de octubre de 2013


“El ser humano se realiza en el encuentro con el otro”
 

Albert Jacquard, célebre genetista conocido también, por su compromiso social, compartía en la revista de PRH de diciembre 2001, algunas convicciones sobre el intercambio en la relación. Estos conceptos siguen estando hoy de actualidad.

Dar, recibir. ¿Qué es lo que se juega en ese doble movimiento, a la vez natural y complejo?

Albert Jacquard. Dar, recibir, es el mismo gesto cuya finalidad no es el intercambio de un objeto, sino que tenga lugar un encuentro. Es la definición misma del ser humano, alguien que se realiza en el encuentro con el otro. En términos de comunicación, también se necesita una puesta en común. Haciendo intercambios, tejo lazos. Este movimiento existe desde siempre. Las tribus primitivas intercambiaban a sus hijas cuando no había nada más. De ahí el tabú del incesto según Levy Strauss, ya que era necesario que el presente fuera precioso.
Llamo humanidad a los regalos que los hombres se hacen los unos a los otros desde que tienen consciencia de ser y pueden enriquecerse mutuamente sin límites.

El intercambio material, ¿sólo sería un pretexto?

A. J.: Sí, el pretexto para que todo lo no-material pueda ser compartido: miradas, sonrisas, ideas emociones, proyectos,... De hecho hay un intercambio de atención. “Miradme”, repite sin cesar el niño pequeño. Y el adora dar: ¡os regala vuestro retrato dibujado! Es el juego natural, necesario, el encuentro. Para que yo diga “yo”, hace falta que se dirijan a mi. Si nadie me mira, es la exclusión, el desastre. Se cuenta que entre los Galos, cuando alguien había cometido un error muy grande, no se le condenaba a muerte, sino a “ser ignorado”.

Sin embargo, ¿nuestra sociedad se ha vuelto bastante materialista?

A.J.: Esta sociedad, que se dice capitalista, ha pervertido el intercambio, ya que ha cogido como modelo la competición, dicho de otra manera el no-encuentro. No queda más que el objeto de intercambio... o los golpes. Toda lucha contra el otro es una calamidad. Cuando una perversión tal se introduce en el intercambio, desembocamos en los conflictos.

Denuncia sin descanso la competición...

A.J.: Hay que decirles a nuestros niños “espero que no seas jamás el primero”. Estar en competición, es querer pasar antes que el otro, eliminarlo, y desde ahí destruirse a sí mismo. Hay que eliminar la competición por doquier, incluido el deporte. Se puede practicar un deporte aplicando las reglas, en el respeto del otro, intentando batir su propio récord, mejorando uno mismo, pero llegar el primero no tiene sentido. En una etnia africana, cuando dos equipos juegan al fútbol, en cuanto un jugador mete un gol, lo intercambian por un jugador del equipo contrario. Al cabo de un momento, los equipos están igualados y se divierten. Existe también un equipo de rugby en Dakar que se llama: “A la porra la puntuación“. En los últimos juegos olímpicos, ¡una medallista de plata lloró! Al contrario, encontrar alguien mejor que yo, ¡qué felicidad, lo abrazo!.

¿Esto demuestra que recibir no es tan fácil?

A.J.: En mi familia burguesa, era duro recibir, porque uno se imaginaba que contraía una deuda. Una deuda, vincula, complica, hay que dar. Había todo un pensamiento subyacente muy desagradable, desconfiado: “¿qué es lo que buscaban cuando nos invitaban?”... Al ver las cosas así, uno se enferma. Saber recibir exige lucidez. Partir de la idea que el otro es mi fuente, me hace descubrir quién soy. Es mirando al otro cuando uno se reconoce como diferente. Sin embargo cada uno necesita ser único, excepcional. Si el otro es mi fuente, cada vez que yo lo hago mi adversario, me separo de mi mismo.

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