domingo, 5 de marzo de 2017

Tejedores de esperanza

¿Dónde va la civilización humana? ¿Quién lo sabe o quién se atreve a preguntar una cuestión tan amplia? Nuestro pensamiento está despistado por la gran complejidad del mundo, y nuestras fuerzas parecen demasiado débiles para cambiarla. La sensación de impotencia domina. Edgar Morin se había puesto de pie en el desierto para reclamar, hace veinte años, una política de civilización, en vano. Después, en la estela de Stéphane Hessel, se levantaron unos "indignados" insurgentes con razón contra el reino del dios dinero. La revista Esprit ha titulado su número de marzo de 2016 "Iras". Pero esas revueltas se expresan sin proponer todavía alternativas mayoritarias, lo que dificulta el entusiasmo.



¿Dónde está la visión del mundo, del ser humano y del actuar a la altura de los desafíos del presente? ¿Cómo cambiar las voces de alarma por algo que nos abra a la esperanza? ¿De dónde puede venir la luz ante lo que sucede una y otra vez y sólo genera pánico a las personas, como nubes oscuras sobre nuestras cabezas? Si por casualidad, nos llegara un Don Quijote que se atreviese a decir: "Veo brotar en un lugar un proyecto de civilización" ¿qué le pasaría? Le llamarían Sancho Panza, es decir, tonto alocado. Las "élites" llamarían a la incredulidad y al desprecio, porque parecería fuera de lugar. Los más benévolos pretenderían hacerle ver a ese Don Quijote lo simplista o poco realista de su mensaje.

Como otros muchos, ya he caído en la cuenta de una cosa muy sencilla. Tan sencilla que a simple vista parece insustancial. De hecho se resume en una frase: todas nuestras crisis contemporáneas, a todos los niveles de la civilización, son crisis del vínculo. Diciéndolo así, imagino que no nos afecta. Pero vamos a mirar a dónde nos conduce.

¿La crisis ecológica? Ruptura del vínculo con la naturaleza a la que envenenamos, extenuamos, de la que nos separamos. ¿Las crisis económicas repetidas? Una ruptura de los vínculos de justicia y de solidaridad. ¿Las crisis geopolíticas? Ruptura de los vínculos por el fantasma del "choque de civilizaciones”. ¿Las crisis sociales? Ruptura de los vínculos de clases, culturas y creencias. ¿Las crisis de sentido? Ruptura completa entre aspiraciones espirituales del ser humano y de las sociedades demasiado materialistas. ¿La crisis del conocimiento? El estallido del conocimiento en especialidades aisladas, y demasiada incomunicación entre las visiones científicas, humanistas y religiosas del mundo. ¿La crisis de la autoridad, de las instituciones, de la estructura jerárquica social y de los sistemas de poder? Una ruptura del vínculo tradicional entre generaciones. ¿La crisis de la democracia? Una crisis del vínculo entre las élites y la sociedad.... Y, pena doble, vemos que en lugar de esos vínculos se multiplican muchos otros vínculos, malditos, que nos estrangulan: me refiero a las cadenas mundiales de explotación económica y a todos los autoritarismos políticos o las dominaciones religiosas.

Por fin podemos hacernos conscientes de esta crisis generalizada del vínculo. ¿De lo contrario? Seguiremos sin tener una visión clara sobre aquello que puede ocurrirnos. Seguiremos agobiados mientras nos empeñamos en no ver "esa fuente de todas las crisis"... De esta manera, el ser humano seguirá sin abrir los ojos para ir al fondo de sus inconsciencias. Siendo algo malo, creo que puede sernos bueno, pues parece que hemos llegado a tocar fondo. Hay ya demasiado sufrimiento radical en nuestros lazos vitales.

¿Dónde está nuestro vínculo con nosotros mismos, ese lazo interior que nos permite escuchar nuestro yo profundo, y vivir según nuestras aspiraciones más personales y no seguir los modelos estándar? ¿Dónde está nuestro vínculo con los otros, ese lazo de solidaridad, de compasión, de fraternidad y de amor más allá de todas las fronteras de identidad, que nos hace saborear la alegría del don de sí mismo y del compartir? ¿Dónde está nuestro vínculo con la naturaleza, este lazo de respeto con la biosfera y los animales, de maravilla y de simbiosis con el cosmos, que suscita nuestro sentimiento de pertenencia con una vida más amplia y más profunda que la vida de nuestro pequeño ego?

¡Tenemos que aprender o quizá aprender de nuevo a recrear ese triple vínculo/fuente con nuestra interioridad, con la humanidad, con la naturaleza/universo! ¡Ojalá descubramos de nuevo el poder extraordinario de vivir aunados con todas las fuentes de vida y de energía imprescindibles para nuestra felicidad, nuestra libertad, nuestra salud física, moral,.... espiritual. De hecho, tejer con paciencia los nudos de todos esos lazos fecundos es lo que va a permitirnos alcanzar el objetivo más importante de la vida: hacernos crecer en humanidad, elevarnos y despertarnos, abrirnos a lo que nos llama y nos sobrepasa. Ateos, agnósticos, creyentes, esos vínculos que nos elevan y nos transcienden, aquí está nuestra esperanza, aquí está nuestra sociabilidad espiritual, ésa que se puede compartir sin fronteras.

Hoy se va tomando conciencia de ello, el horizonte de la vida y de la civilización puede aclararse y ampliarse de nuevo. Porque de repente una cosa preciosa se torna luminosa: aquello que ya se puede hacer, colectivamente y personalmente. Todos juntos y cada uno según sus posibilidades, desde donde está, con sus medios personales. Contribuir a la creación de la civilización del mañana, basada en la calidad de los vínculos, de todos los vínculos que nos nutren. Una civilización en la que el principio de organización y de desarrollo será poner todas sus estructuras, todas sus fuerzas vivas, todas sus innovaciones al servicio de ese objetivo: hacer de cada ser humano un "corazón de vínculos", es decir un ser tan bien vinculado a sí mismo, a los otros y al universo, que podrá dar por fin toda su talla humana, su singularidad, su vitalidad y su creatividad.

¿Utopía? ¡No, es el próximo motor de la historia ya en marcha! Porque ese paradigma de la vida bien vinculada está actualmente emergiendo, hasta estallar en una multitud de iniciativas que fluyen desde él mismo. Por todas partes las manos se estrechan y los espíritus se buscan para aprender o aprender de nuevo a vivir los unos para los otros, y no los unos contra los otros. Con la naturaleza y no contra ella. Por sí mismo y no en la ignorancia de sí o en la alienación.

Desde la renovación de las prácticas de interiorización (meditación, yoga, psicoterapia, crecimiento personal, etc..) hasta una gran variedad de aspiraciones neoespirituales que muestran la necesidad de sentido, de autenticidad, de ser y no del tener o del parecer; desde prácticas más frecuentes de comercio junto al uso de energías renovables; desde compartires gratuitos de conocimientos a reuniones interculturales y a la búsqueda de nuevas comuniones colectivas; de prácticas de colaboración y de cooperación en empresas, hasta diversos grupos y reivindicaciones ciudadanas.

Solo la miopía de los cínicos y los escépticos mantienen la falsedad de que son sólo fenómenos marginales de poca amplitud. Muy al contrario, es más bien un seísmo, una mutación de la civilización que está estallando. Un nuevo impulso en el mismo momento en que se percibe mayor dificultad para respirar. Una alternativa multiforme y concreta, increíblemente abundante y rica, que se ha comenzado a experimentar a todos los niveles a una velocidad vertiginosa a partir del contagio espontáneo del deseo de construir ya una sociedad menos individualista, menos egoísta, menos jerarquizada, menos depredadora, menos materialista y muchísimo más igualitaria, más de colaboración, más generosa, más portadora de sentido.

Los que llamo tejedores y tejedoras son los precursores, los primeros artesanos de este nuevo paradigma. Creadores de lo nuevo y de todos esos vínculos que nos liberan de las servidumbres, que liberan en nosotros posibilidades de vida nueva. Son los primeros en descubrir una fe inédita - una fe post-religiosa y post-política - en una sociedad humana donde el modelo personal de vida espiritual y el modelo colectivo de progreso se encuentran. Se han puesto manos a la obra y están interconectados en red, unidos en grupos o asociaciones....

Sin embargo esos "primeros en pie" y "neoresistentes" no son todavía suficientemente numerosos. Nos son tampoco suficientemente conscientes de sí mismos, ni tienen la suficiente confianza en ellos mismos. ¡En los meses y años próximos, necesitarán muchos refuerzos hasta la movilización general! Hasta que la mayoría diga: "yo también tengo algo que aportar". Hasta que lleguen a ser la masa crítica de esos que hoy tienen clara la visión para reorientar el rumbo de la historia.

Filósofo especialista de las evoluciones de la vida espiritual en el mundo contemporaneo, Abdennour Bidar es miembro del Observatorio nacional de la laicidad, autor de muchos obras entre ellos L’Islam sans soumission (Albin Michel 2008), Comment sortir de la religion (Les Empêcheurs de penser en rond, 2012), Histoire de l’humanisme en Occident (Armand Colin, 2014), Plaidoyer pour la fraternité (Albin Michel, 2015), Lettre ouverte au monde musulman (Les Liens qui libèrent, 2015), Les Tisserands (les Liens qui libèrent, 2016)

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