¿Dónde
va la civilización humana? ¿Quién lo sabe o quién se atreve a preguntar una
cuestión tan amplia? Nuestro pensamiento está despistado por la gran
complejidad del mundo, y nuestras fuerzas parecen demasiado débiles para
cambiarla. La sensación de impotencia domina. Edgar Morin se había puesto de
pie en el desierto para reclamar, hace veinte años, una política de civilización,
en vano. Después, en la estela de Stéphane Hessel, se levantaron unos
"indignados" insurgentes con razón contra el reino del dios dinero.
La revista Esprit ha titulado su número de marzo de 2016 "Iras". Pero
esas revueltas se expresan sin proponer todavía alternativas mayoritarias, lo
que dificulta el entusiasmo.
¿Dónde
está la visión del mundo, del ser humano y del actuar a la altura de los desafíos
del presente? ¿Cómo cambiar las voces de alarma por algo que nos abra a la
esperanza? ¿De dónde puede venir la luz ante lo que sucede una y otra vez y sólo
genera pánico a las personas, como nubes oscuras sobre nuestras cabezas? Si por
casualidad, nos llegara un Don Quijote que se atreviese a decir: "Veo
brotar en un lugar un proyecto de civilización" ¿qué le pasaría? Le llamarían
Sancho Panza, es decir, tonto alocado. Las "élites" llamarían a la
incredulidad y al desprecio, porque parecería fuera de lugar. Los más benévolos
pretenderían hacerle ver a ese Don Quijote lo simplista o poco realista de su
mensaje.
Como
otros muchos, ya he caído en la cuenta de una cosa muy sencilla. Tan sencilla
que a simple vista parece insustancial. De hecho se resume en una frase: todas
nuestras crisis contemporáneas, a todos los niveles de la civilización, son crisis
del vínculo. Diciéndolo así, imagino que no nos afecta. Pero vamos a
mirar a dónde nos conduce.
¿La
crisis ecológica? Ruptura del vínculo con la naturaleza a la que envenenamos,
extenuamos, de la que nos separamos. ¿Las crisis económicas repetidas? Una
ruptura de los vínculos de justicia y de solidaridad. ¿Las crisis geopolíticas?
Ruptura de los vínculos por el fantasma del "choque de civilizaciones”. ¿Las
crisis sociales? Ruptura de los vínculos de clases, culturas y creencias. ¿Las
crisis de sentido? Ruptura completa entre aspiraciones espirituales del ser
humano y de las sociedades demasiado materialistas. ¿La crisis del
conocimiento? El estallido del conocimiento en especialidades aisladas, y
demasiada incomunicación entre las visiones científicas, humanistas y
religiosas del mundo. ¿La crisis de la autoridad, de las instituciones, de la
estructura jerárquica social y de los sistemas de poder? Una ruptura del vínculo
tradicional entre generaciones. ¿La crisis de la democracia? Una crisis del vínculo
entre las élites y la sociedad.... Y, pena doble, vemos que en lugar de esos vínculos
se multiplican muchos otros vínculos, malditos, que nos estrangulan: me refiero
a las cadenas mundiales de explotación económica y a todos los autoritarismos
políticos o las dominaciones religiosas.
Por fin
podemos hacernos conscientes de esta crisis generalizada del vínculo. ¿De lo
contrario? Seguiremos sin tener una visión clara sobre aquello que puede ocurrirnos.
Seguiremos agobiados mientras nos empeñamos en no ver "esa fuente de todas
las crisis"... De esta manera, el ser humano seguirá sin abrir los ojos
para ir al fondo de sus inconsciencias. Siendo algo malo, creo que puede sernos
bueno, pues parece que hemos llegado a tocar fondo. Hay ya
demasiado sufrimiento radical en nuestros lazos vitales.
¿Dónde
está nuestro vínculo con nosotros mismos,
ese lazo interior que nos permite escuchar nuestro yo profundo, y vivir según
nuestras aspiraciones más personales y no seguir los modelos estándar? ¿Dónde
está nuestro vínculo con los otros, ese lazo de solidaridad, de compasión, de
fraternidad y de amor más allá de todas las fronteras de identidad, que nos
hace saborear la alegría del don de sí mismo y del compartir? ¿Dónde está nuestro
vínculo con la naturaleza, este lazo de respeto con la biosfera y los animales,
de maravilla y de simbiosis con el cosmos, que suscita nuestro sentimiento de
pertenencia con una vida más amplia y más profunda que la vida de nuestro pequeño
ego?
¡Tenemos
que aprender o quizá aprender de nuevo a recrear ese triple vínculo/fuente con
nuestra interioridad, con la humanidad, con la naturaleza/universo! ¡Ojalá descubramos
de nuevo el poder extraordinario de vivir aunados con todas las fuentes de vida
y de energía imprescindibles para nuestra felicidad, nuestra libertad, nuestra
salud física, moral,.... espiritual. De hecho, tejer con paciencia los nudos de
todos esos lazos fecundos es lo que va a permitirnos alcanzar el objetivo más
importante de la vida: hacernos crecer en humanidad, elevarnos y despertarnos,
abrirnos a lo que nos llama y nos sobrepasa. Ateos, agnósticos, creyentes, esos
vínculos que nos elevan y nos transcienden, aquí está nuestra esperanza, aquí está
nuestra sociabilidad espiritual, ésa que se puede compartir sin fronteras.
Hoy se
va tomando conciencia de ello,
el horizonte de la vida y de la civilización puede
aclararse y ampliarse de nuevo. Porque de repente una cosa preciosa se torna
luminosa: aquello que ya se puede hacer, colectivamente y personalmente. Todos
juntos y cada uno según sus posibilidades, desde donde está, con sus medios
personales. Contribuir a la creación de la civilización del mañana, basada en
la calidad de los vínculos, de todos los vínculos que nos nutren. Una
civilización en la que el principio de organización y de desarrollo será poner
todas sus estructuras, todas sus fuerzas vivas, todas sus innovaciones al
servicio de ese objetivo: hacer de cada ser humano un "corazón de vínculos",
es decir un ser tan bien vinculado a sí mismo, a los otros y al universo, que podrá
dar por fin toda su talla humana, su singularidad, su vitalidad y su
creatividad.
¿Utopía?
¡No, es el próximo motor de la historia ya en marcha! Porque ese paradigma de
la vida bien vinculada está actualmente emergiendo, hasta estallar en una
multitud de iniciativas que fluyen desde él mismo. Por todas partes las manos
se estrechan y los espíritus se buscan para aprender o aprender de nuevo a
vivir los unos para los otros, y no los unos contra los otros. Con la
naturaleza y no contra ella. Por sí mismo y no en la ignorancia de sí o en la
alienación.
Desde
la renovación de las prácticas de interiorización (meditación, yoga,
psicoterapia, crecimiento personal, etc..) hasta una gran variedad de
aspiraciones neoespirituales que muestran la necesidad de sentido, de
autenticidad, de ser y no del tener o del parecer; desde prácticas más
frecuentes de comercio junto al uso de energías renovables; desde compartires
gratuitos de conocimientos a reuniones interculturales y a la búsqueda de
nuevas comuniones colectivas; de prácticas de colaboración y de cooperación en
empresas, hasta diversos grupos y reivindicaciones ciudadanas.
Solo la
miopía de los cínicos y los escépticos mantienen la falsedad de que son sólo fenómenos
marginales de poca amplitud. Muy al contrario, es más bien un seísmo, una
mutación de la civilización que está estallando. Un nuevo impulso en el mismo
momento en que se percibe mayor dificultad para respirar. Una alternativa
multiforme y concreta, increíblemente abundante y rica, que se ha comenzado a
experimentar a todos los niveles a una velocidad vertiginosa a partir del
contagio espontáneo del deseo de construir ya una sociedad menos individualista,
menos egoísta, menos jerarquizada, menos depredadora, menos materialista y muchísimo
más igualitaria, más de colaboración, más generosa, más portadora de sentido.
Los que
llamo tejedores y tejedoras son los precursores, los primeros artesanos de este
nuevo paradigma. Creadores de lo nuevo y de todos esos vínculos que nos liberan
de las servidumbres, que liberan en nosotros posibilidades de vida nueva. Son los
primeros en descubrir una fe inédita - una fe post-religiosa y post-política -
en una sociedad humana donde el modelo personal de vida espiritual y el modelo
colectivo de progreso se encuentran. Se han puesto manos a la obra y están
interconectados en red, unidos en grupos o asociaciones....
Sin
embargo esos "primeros en pie" y "neoresistentes" no son
todavía suficientemente numerosos. Nos son tampoco suficientemente conscientes
de sí mismos, ni tienen la suficiente confianza en ellos mismos. ¡En los meses
y años próximos, necesitarán muchos refuerzos hasta la movilización general!
Hasta que la mayoría diga: "yo también tengo algo que aportar". Hasta
que lleguen a
ser la masa crítica de esos que hoy tienen clara la
visión para reorientar el rumbo de la historia.
Filósofo
especialista de las evoluciones de la vida espiritual en el mundo contemporaneo,
Abdennour Bidar es miembro del Observatorio nacional de la laicidad,
autor de muchos obras entre ellos L’Islam sans soumission (Albin Michel 2008),
Comment sortir de la religion (Les Empêcheurs de penser en rond, 2012), Histoire
de l’humanisme en Occident (Armand Colin, 2014), Plaidoyer pour la fraternité (Albin
Michel, 2015), Lettre ouverte au monde musulman (Les Liens qui libèrent, 2015),
Les Tisserands (les Liens qui libèrent, 2016)
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