jueves, 21 de noviembre de 2013

Desde Zaragoza, Carmina García escribe una esperanzadora carta...


Carta al Tercer  Milenio

 

Querido Tercer Milenio:

Espero que sepas perdonar mi osadía, pero me ha dicho Concha Icardo que podía dirigirme a ti en persona para solicitarte –con todo respeto, eso sí- aquellas cosas que sueño para mi mundo, que es el tuyo. Así es que, sin más dilación, paso a realizarte mis peticiones.

En primer lugar quisiera que mientras estés con nosotros se produzca un gran cambio colectivo, de modo que, para los hombres y mujeres de la Tierra, cualquier forma de violencia se convierta en algo impensable, algo que nos asombre por extraño y ajeno, tal y como hoy nos sucede con el canibalismo. Cuando llegue ese día, ciertos departamentos universitarios podrán realizar análisis históricos acerca de las épocas en las que la Humanidad vivió guerras, secuestros, malos tratos, abusos a la infancia… Sí, sin duda al alumnado le costará sesudos esfuerzos comprender cómo fue aquello posible. Pobrecillos, tendrán que estudiar mucho.

También te pido que la Ciencia, imprescindible, bella y poderosa, emprenda un camino de humanización y sensatez para que sus avances sean respetuosos con la Creación entera. Te ruego que traigas la inspiración a quienes se esfuerzan por remediar el cáncer, la esclerosis, el sida y otros males físicos y psíquicos que nos causan dolor; pero te ruego, al mismo tiempo, que contribuyas a dotar de buen corazón y conciencia profunda a quienes se mueven en los sectores más difíciles que están a caballo entre la vida y la destrucción.

Me encantaría que durante tus primeros años resolviéramos el problema del reparto de bienes. Quizás, como eres pequeño, no entiendas lo que nos pasa; y no me extraña porque es rarísimo: algunas personas del planeta son inmensamente ricas y, sin embargo, cada día mueren miles de criaturas, de mujeres y hombres, de purita hambre. Sé que cuesta creerlo, pero te prometo que es verdad. Por eso te suplico que protejas y animes a todos aquellos y aquellas que desde la política, la economía, la enseñanza, las ongs, las fundaciones, y desde mucho rincones del mundo están comprometidos en lograr una justicia y un equilibrio entre los pueblos y las gentes que a todos beneficie; no solo a los más pobres, sino también a los potentados, porque no creas que a ellos les marcha demasiado bien (como tienen muchísimo, temen perder poder y su dinero y eso les hace polvo).

Bueno, resumiendo para no cansarte, lo que deseo para mi mundo es que todas las personas, de todas las razas, pueblos, lenguas y culturas, todos y todas, sin ninguna excepción, superen el umbral de la supervivencia y puedan empezar a vivir, para luego Vivir a pleno pulmón. Para mí ese Vivir se escribe con mayúscula porque me refiero a hacerlo desde el ser, desde esa hondura prodigiosa que todos poseemos y que nos hace únicos, irrepetibles, insustituibles y muy, muy hermosos. Ese es mi sueño loco, ¿sabes?: que cada persona descubra su ser, ese inmenso tesoro de amor y creatividad; que cada cual lo pueda conocer, saborear, ayudar a crecer y todo ello para dar su fruto encarnando sus propios talentos; que los seres humanos alcancemos la libertad, esa joya impagable que es la hija de la fidelidad a nuestra conciencia profunda, de manera que todo ser humano ocupe su lugar en el planeta, un espacio que le espera y quedará tristón y vacante sin su presencia. Entonces podremos paladear aquello tan cierto que decía Gandhi de que  “en el mundo hay sitio para todos”.

Alzados en nuestra dignidad, útiles para los demás, abiertos a los otros, aprendices incansables de las maravillas que anidan en nuestro interior y nos rodean, descubriremos que, más allá del color, de la nación, del idioma, del oficio, del sexo, más allá y más al fondo, un hilo de oro nos une a todos desde las entrañas por el mero hecho de existir, y, desde ahí, desde lo que nos entrelaza, hallaremos la reconciliación y la concordia. Los niños y niñas estarán deseando nacer para llegar a nuestro mundo que, abierto de brazos, mostrará una amplia sonrisa feliz al recibirlos.

Llena de esperanza y gratitud por poder conocerte, te saluda,

Carmina García Herrero, que te escribe desde Zaragoza

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